martes, 13 de marzo de 2012

Capítulo ocho.

-¿Qué quieres?- dije borde.
-Se dice “Hola” por lo menos.- dijo él frío.
-¿HOLA? Contento o qué. Además no sé por qué me llamas, ¿te vas a reír otra vez de mí? Porque si es para eso cuelgo ahora mismo. Es más, es lo que voy a hacer.- Iba a colgar cuando empezó ha hablar.
-¡NO! Catherine espera. Deja que te explique.
-¿Qué me expliques qué? Que todo era mentira, que era por la bebida, que no sabías lo que decías. Lo siento Marcos, pero no me lo creo.
-Pero Catherine, por favor, perdóname.-suplicó. La verdad es que me dolía escucharlo así, pero no, no iba a perdonarlo.
-No, Marcos, lo siento pero no. Me hiciste mucho daño, más del que tú crees. Además, ya no te voy a volver a ver. –Dije yo, cosa de la que seguidamente me arrepentí.
- ¿Co-como que no te voy a volver a ver? Catherine, ¿Dónde estás? –Dijo él. Se notaba triste, muy triste. Catherine tienes que ser fuerte.
-En Inglaterra. Si siguieras siendo mi amigo te lo hubiera contado, pero como te doy pena, no quiero aburrirte con cosas de mi vida.- y colgué. Mis ojos se empezaron a inundar de lágrimas, las cuales me quité rápidamente. No, no pensaba llorar por él. Pero entonces me vinieron muchos recuerdos a la cabeza. Marcos y yo de pequeños, en la playa, con nuestros padres en su casa, en su jardín, de excursión en el cole. Todos esos momentos se agolparon en mi cabeza. Entonces no pude hacer nada, y las lágrimas empezaron a salir de mis ojos, y no hice nada para detenerlas. Miré el espejo retrovisor, el taxista me miraba con pena. Me lanzó una sonrisa, yo intenté hacer lo mismo, pero no salió muy bien.
Cuando llegamos, me bajé del taxi, le pagué y me adentré en el enorme edificio que era la comisaría. Entré, y me dirigí a un policía que había sentado en una larga mesa, justamente en la entrada.
-Hola, ¿Me podrías decir donde está el encargado del registro? – Dije, yo mostrando mis brackets al sonreír.
-Si claro, en aquel despacho de allí lo podrás encontrar.-Me dijo el policía.
-Muchas gracias.- Dije, y fui hacia aquel despacho.
Toqué tres veces, no me contestaban, así que abrí yo la puerta. Al entrar vi a un policía sentado en un enorme sillón de cuero negro. Tendría unos treinta y tantos, pero algunas cansa asomaban ya por ese pelo negro azabache. Unas pequeñas gafas se sujetaban en esa enorme nariz.
-¿Se puede?-Pregunté.
-Ya has entrado, o sea que siéntate.- Dijo.
-Gracias.- Dije yo. Me senté rápidamente en una silla, justo enfrente de él.
-¿Qué querías?-Preguntó. Le conté mi historia, y mi conversación con el inspector Matthew. –Bien, en el año que tu naciste, solo hubo una muerte de un bebé, y sí, fue justamente aquí, en Doncaster. Suerte has tenido, hay otros años en los que han muerto un montón. No tenemos el nombre de la familia, pero toma, esta es su dirección. Suerte.
-Muchísimas gracias- Le dije.
-De nada, espero que la encuentres.- me dijo, y salí del despacho. Cogí mis dos maletas, no eran muy grandes, que antes había dejado en la entrada del despacho y me fui de aquella comisaría, pero antes pedí un mapa.
Caminé por las calles de ese peculiar pueblo, que pronto sería mi hogar, cuando de repente, un hombre vino por detrás y me arrancó el bolso de las manos. Cogí las maletas como pude y salí corriendo detrás de él. Lo perdí en una calle.
-“¿Qué hago ahora?-pensé- está oscureciendo, en el bolso lo llevaba todo. Mi móvil, el dinero. Mierda, ooooh, mierda.”
No podía más, había recorrido las calles, buscando al hombre que me había quitado el bolso. No lo encontré. La noche se echó encima de mí. Me encontraba en un parque, muy bonito. Con un enorme lago justo en el medio. El cansancio pudo conmigo. Me tumbé en el césped. Y poco a poco, el sueño se fue apoderando de mí.

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